miércoles, 30 de septiembre de 2015

la madremonte



Está vestida de hojas y de líquenes, vive en la profundidad de los bosques. La cabellera, víctima de soles y lunas, le oculta el rostro, ese es su enigma. Podemos escuchar el grito de fiera entre los árboles, ver la silueta que se pierde en la espesura, pero nadie ha visto nunca su rostro cubierto de musgo y sombra.

La Madremonte ama las grandes piedras de los ríos, construye sus aposentos en los nacimientos de las quebradas, se distrae con el silbido de las mirlas y los azulejos. Algunos han creído escucharla cuando imita el canto de los grillos, en las tardes de verano, y cuando persigue las luciérnagas en las noches sin luna.

Como vigilante de las selvas, la Madremonte cuida que no desaparezcan la lluvia ni el viento, orienta los periodos de celo de los animales del monte, grita de dolor cuando cae alguna criatura de su dominio. Por eso, odia a los leñadores y persigue a los cazadores: a todos aquellos que violan los recintos secretos de las montañas.

Cuando la Madremonte está poseída de furia dicen, los que han padecido su venganza, que se transforma: los ojos despiden candela y con las manos de puro hueso, se agita de rabia entre los matorrales. Se desencadenan entonces, los vientos y las tormentas. Los ríos y las quebradas traen inundaciones, arrasan las cosechas y el ganado. Todo parece como si se anunciara el estremecimiento de la tierra y los astros.






autor #Angie enriques, dayana quenguan, yina rendon

el demonio de las lajas



Una sencilla forma de representar una típica leyenda de nuestra región sur.
El Demonio de las Lajas.
Una leyenda que dise... que hace mucho tiempo la gente no tomaba aquel camino, porque se te aparecería el demonio; como siempre en las horas pico de la madrugada...
también se dise que la virgen de las lajas se aparesio y tomo a este personaje, para clavarlo sobre las enormes rocas que hay en aquel lugar, como desenlase se cuenta que la virgen siempre esta vigilante si este llega a escapar...
Cuando me imaginaba al personaje de esta historia se me ocurrió que podía utilizar un referente importante de mi ciudad San Juan de Pasto ...si el carnaval de negros y blancos... en especial el día del desfile magno en otras palabras el modelado de nuestros artesanos e aquí el resultado.

la llorona

La llorona convertida en el espíritu vagabundo de una mujer que lleva un niño en el cuadril, hace alusión a su nombre porque vaga llorando por los caminos. Se dice que nunca se le ve la cara y llora de vergüenza y arrepentimiento por lo que hizo a su familia.
Quienes le han visto dicen que es una mujer revuelta y enlodada, ojos rojizos, vestidossucios y deshilachados. Lleva entre sus brazos un bultico como de niño recién nacido. No hace mal a la gente, pero causan terror sus quejas y alaridos gritando a su hijo.
Las apariciones se verifican en lugares solitarios, desde las ocho de la noche, hasta las cinco de la mañana. Sus sitios preferidos son las quebradas, lagunas y charcos profundos, donde se oye el chapaleo y los ayes lastimeros. Se les aparece a los hombres infieles, a los perversos, a los borrachos, a los jugadores y en fin, a todo ser que ande urdiendo maldades.
Dice la tradición que la llorona reclama de las personas ayuda para cargar al niño; al recibirlo se libra del castigo convirtiéndose en la llorona la persona que lo ha recibido. Otras eversiones dicen que es el espíritu de una mujer que mató por celos a la mamá y prendió fuego a la casa con su progenitora dentro, recibiendo de ésta, en el momento de agonizar la maldición que la condenara: "Andarás sin Dios y sin santa María, persiguiendo a los hombres por los caminos del llano".
Durante la guerra civil, se estableció en la Villa de las Palmas o Purificación, un Comando General, donde concentraban gentes de distintas partes del país.
Uno de sus capitanes, de conducta poco recomendable y que encontraba en la guerra una aventura divertida para desahogar su pasado luctuoso de asalto y crimen, se instaló con su esposa en esta villa, que al poco tiempo abandonó para seguir en la lucha.
Su afligida y abandonada mujer se dedicó a la modistería para no morir de hambre mientras su marido volvía y terminaba la guerra.
Al correr del tiempo las gentes hicieron circular la noticia de la muerte del capitán y la pobre señora guardó luto riguroso hasta que se le presentó un soldado que formaba parte del batallón de reclutas que venían de la capital hacia el sur, pero que por circunstancias especiales, debía demorar en aquella localidad algunas semanas.
La viuda convencida de las aseveraciones sobre la muerte de su marido, creyó encontrar en aquel nuevo amor un lenitivo para su pena, aceptó al joven e intimó con él.
Los días de locura pasional pasaron veloces y nuevamente la costurera quedó saboreando el abandono, la soledad, la pobreza y sorbiéndose las lágrimas por la ausencia de su amado.
Aquella aventurera dejó huellas imborrables en la atribulada mujer, porque a los pocos días sintió palpitar en sus entrañas el fruto de su amor.
El tiempo transcurría sin tener noticias de su amado. La añoranza se tornaba tierna al comprobar que se cumplían las nueve lunas de su gestación.
Un batallón de combatientes regresaba del sur el mismo día que la costurera daba a luz un niño flacuchento y pálido. Aquel cartucho silencioso y pobre se alegró con el llanto del pequeñín.
Al atardecer de aquel mismo día, llegó corriendo a su casa una vecina amiga, a informarle que su esposo el capitán, no había muerto, porque sin temor a equivocarse, lo acababa de ver entre el cuerpo de tropa que arribaba al campamento.
En tan importuno momento, esa noticia era como para desfallecer, no por el caso que pocas horas antes había soportado, como por el agotamiento físico en que se encontraba. Miles de pensamientos fluían a su mente febril. Se levanto decidida de su cama. Se colocó un ropón deshilachado, sobre sus hombros, cogió al recién nacido, lo abrigó bien, le agarró fuertemente contra su pecho creyendo que se lo arrebatarían y sin cerrar la puerta abandonó la choza, corriendo con dificultad. Se encaminó por el sendero oscuro bordeado de arbusto y protegida por el manto negro de la noche.
Gruesas gotas de lluvia empezaron a caer, seguía corriendo, los nubarrones eran más densos, la tempestad se desato con más furia. La luz de los relámpagos le iluminaba el camino. La naturaleza sacudía con estertores de muerte. La demente lloraba. Los arroyos crecieron, se desbordaron. Al terminar la vereda encontró el primer riachuelo, pero ya la mujer no veía. Penetró a la corriente impetuosa que la arrolló rápidamente. Las aguas bramaron. En sus estrepitosos rugidos parecía percibirse el lamento de una mujer.

la vieja del monte

En los atardeceres y noches de luna, suele sentirse en los montes, en cortos intervalos, unos gritos tristes y prolongados, comienzan siendo muy fuertes y terminan por ser casi audibles.
Esos gritos que se asemeja a los de un ser humano perdido en la maraña, son lanzados por un ave, llamado despectivamente la Vieja y por el medio en que mora, se le agrega el adjetivo de "del monte", es decir, Vieja del monte o muaimí caá-buig.
Pocos son, somos diría en honor a de la verdad, los que hemos visto a la Vieja del monte. Un raro mimetismo la identifica a la rama del árbol seco donde se posa habitualmente y su incompleta inmovilidad, hacen difícil verla.
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La Vieja del Monte tiene una leyenda; perversa, despiadada, que hace que nadie se conmueva con sus gritos que causan más que pena que impresión, sobrecogimiento, escalofrío. No hay uno solo que al sentirlos no se persigue y musite una oración entre dientes.
Dicen que era una muchacha, muy linda, muy interesante, orgullosa como ninguna y despreciativa como la más. Tuvo infinidad de pretendientes pero uno solo no consiguió conquistar su sensible corazón.
Pero un día llegó al pago donde vivía un forastero que se enamoró perdidamente de ella, sin que tampoco él, le fuera enteramente indiferente. Esta de por medio, sin embargo, su orgullo, de modo que ahogó el amor que el joven había logrado despertar en ella con la indiferencia y, a pesar de verse en repetidas ocasiones y confesarle aquel su inmenso cariño, no consiguió obtener una respuesta definitiva, ni siquiera una esperanza.
Dejo transcurrir algún tiempo pero ante el silencio de la orgullosa muchacha, el joven recurrió a los malos oficios de una bruja, siempre en la esperanza de conseguir su amor. "Te iras -le dijo aquella- muy lejos donde ella ni nadie pueda saber nada de ti y no volverás hasta que ella te llame, lo sabrás, porque un día sentirás un deseo incontenido". Así lo hizo esa misma noche.
La orgullosa muchacha sintió de inmediato una atracción inexplicable hacia el ausente y estuvo a punto de hacerlo llamar a correr a su lado. Pero nuevamente su orgullo pudo más que su pasión y en esa lucha tenaz fueron pasando los días, las semanas, los meses, los años largos y penosos que dejaban en su cuerpo y alma las huellas implacables de la vejez. Entonces tuvo un motivo más para continuarla.
El encantamiento entre tanto, iba obrando lento pero seguro y así fue que un día, empujado por su acción volvió el mozo, pero cual no sería su desazón y su pena al encontrarse con una vieja. No quedaba nada de aquella mujer interesante y bella que casi había llegado a enloquecerlo de amor y que años antes había sido el ideal de su existencia,, ni la sombra y preso de inmensa amargura y dolor, huyó del pago sin dejarse ver y para no regresar nunca más.
El orgullo de la muchacha había sido castigado cruelmente. Enterada de la verdad corrió tras él hasta el monte vecino donde debía verse y al no hallarlo comenzó a gritar desesperadamente, llamándolo, pero fue en balde. Se internó en él y nadie más pudo verla, sólo sus gritos eran oídos cada atardecer y cada noche y lo seguirán escuchando generación tras generación, pues ese es su castigo.
Hay quién afirma que su enamorado era el Sol (Cuarajig) y es por eso que la Vieja del monte esta mirando fijamente el astro rey desde su aparición hasta su muerte tras el lejano horizonte.

Por haber sido orgullosa
y por que no supo amar;
Hoy llora arrepentida
su eterna soledad...

pata de luz

El curtido pescador, acompañado de un yerno suyo, pescaba en los esteros de Bocagrande. Las estrellas se reflejaban en las aguas y el viento se congraciaba con las copas de manglares, en una noche de luna.
Mario Huila se llamaba y, en su vida, el atarraya había sido su eterna compañera. Con cachimba en boca fumaba entretenido esperando lanzar su red, mientras su canoa se movía al vaivén de las pequeñas olas fluviales, restos de las que azotaban los manglares, pues estaban dentro de la bocana de uno de los brazos del río Mira.Una luz intermitente que se agrandaba y empequeñecía, a unos 100 metros, llamó su atención. La mancha luminosa se acercó a ellos tan velozmente que no se dieron cuenta cómo, lo que los dejó perplejos.
Los pescadores, sobreponiéndose al miedo, les preguntaron quiénes eran sin obtener respuesta alguna. Les pareció que eran como cinco, diez, quién sabe cuántos y sus ojos recorrieron la fila de los fantasmagóricos personajes, que sólo los miraban. Siguieron preguntándoles quiénes eran, hasta que sintieron que su lengua se les ponía pesada y tiesa como pescado muerto. [...]
"Vete al diablo Pata de Luz, desgraciado pariente del Riviel", gritó el viejo Mario, cuya voz se perdió en lo profundo del manglar, obteniendo un eco quejumbroso y duradero. Vino luego un silencio, las estrellas volvieron a su sitio y las aguas del estero retornaron a su original tamaño, golpeando suavemente la embarcación. Había sido la Pata de Luz la que había hecho su aparición y que hoy la mayoría de los pescadores tumaqueños recuerdan con temor.
Dice la leyenda que la Pata de Luz es un esqueleto que lleva una luz de color roja, que a veces se torna verde y navega sobre dos palos. En algunas ocasiones se presenta como si fueran varias personas. En tierra anda como cualquier cristiano y en el agua navega rápidamente. Muchas veces se le ve caminando por la playa como dando zancos, para recordar que aún está con ellos. Su aparición la hace en Semana Santa, época en que los pescadores nariñenses ven pasar cerca o lejos la Pata de Luz.

El fraile de la guacas

En esta región poblada por los Guitaros, familia de los cencas, vivieron algunas no muy ricas y pudientes, pero fieles a su tradición cumplieron con visitar a calimas y quimbayas y de estos aprendieron a amasar el oro que moldeaba con habilidad asombrosa y elaboraron sus joyas y colares.
Estos trashumantes recorrieron miles de kilómetros y mercadearon con los incas de Perú y Bolivia, y conocieron de la magia algunos secretos como transformar el oro en tierra bruta. Cuentan que a la llegada de «los blancos» creyéronlos sus dioses los concitieron y alabaron, pero con los años se dieron cuenta que no eran sino bandidos explotadores y que les quitaban sus riquezas por lo cual decidieron enguacar sus fortunas que no eran para hombres sino para sus dioses y con su magia convirtieron inmensas cantidades de oro en montañas del Azuay.
Como venganza contra los ambiciosos blancos que buscaron sin suerte los entierros, los indios dejaron un mago cuidador, que protegía la cuaca y evitaba como un espanto, la sacasen si la encontraban.
Los más conocedores del arte de la guaquería lo hacen con barras de azogue que obran como imanes e indican el lugar, no con mucha precisión, otros lo hacen porque dicen haber visto entre la tierra arder de azul el suelo y esto es señal de una guaca, otros saben por referencia los lugares que en forma de pequeños promontorios sospechosos son lugares de entierro de guacas y allí hacen las excavaciones. | Cuenta Don José Leyton que la lomita, punto de Guaitarilla, cerca al pueblo, fue con sus amigos a guaquear, con tan mala fortuna que se les apareció el fraile, viejo cura español al que los indios condenaron a cuidar la guaca por su desmedida ambición, este fraile levantó del hueco su cadavérica figura, hábito derruido y de con sus manos huesudas levantó un rejo y les castigó hasta dejar desmayados.

el griton del cid

Se trata de un ser invisible que en cada centuria de la vida del mundo cumple con el rito sagrado de las divinidades de anunciar a los humanos el inicio de un nuevo ciclo de la vida.
De este extraño ser se dice que vive en las cuevas del río Guaitara, entre los promontorios que sirven de base al puente colgante de la carretera Pasto Ipiales. Que se pasea como todo un señor en los lugares inhóspitos de El Cid, Yunguita y Yanagala, llegando al Pedregal, Pilcuán y Arguello. Otros le atribuyen domicilio en las partes altas de las montañas de La Burrera, cerca de la finca el hospital y la hacienda de los Mora perteneciente a Túquerres y Cuma.
A quien mal habla de este terrible espanto lo condena a gritar con él por toda la vida o a perder la voz para siempre poniéndole un coto en la garganta. No es raro encontrar por los guaicos gentes con su coto lo que confirma su existencia.